domingo, 18 de abril de 2010

Capitulo 15:D

Al día siguiente me levanté a las 10 más o menos, quería ir a la playa a tomar el Sol, el día anterior había visto chicas por allí, y como iba a estar allí una semana sin internet debía hacer amigas para no aburrirme tanto.
Cuando me levanté abrí la ventana, entristecí cuando vi que no hacía buen día como para tomar el Sol, tampoco llovía, pero hacía viento, y el aire era frío. Pero se me dibujó una sonrisa en la cara cuando vi que en el patio de uno de los vecinos había dos niñas pequeñas, una era flaca, con el pelo rizado y negro, llevaba unos pantalones rosas, una camiseta blanca y en el pelo un turbante rosa. Esa me recordó a mí de pequeña. Y la otra, un poco rellenita, tenía el pelo marrón oscuro, llevaba un vestido verde con unas medias, y el pelo recogido en una coleta alta. Yo de pequeña siempre estaba con mi vecina, Sofia, ella tenía dos años menos que yo, pero como cuando yo era pequeña su madre me cuidaba siempre fuimos amigas. Nos conocimos cuando ella tenía 2 años y yo 4, decíamos a la gente que eramos hermanas y una vez le dijimos a un hombre, muy mayor, que lo eramos, y él se lo creyó. Sofia siempre me decía:
-Mira! El viejo que se lo cree jajaja.
Y cuando iba yo sola y lo veía me decía:
-Dónde está tu hermana?
-En casa haciendo deberes-contestaba siempre yo.
Cuando vi a las dos niñas pequeñas jugando en aquel jardín, me recordaron a Sofia y a mí. Con ella había pasado muchísimos momentos juntas, cuando su madre tubo a su hermano, yo fui al hospital a verlo el mismo día que Sofia, con ella, por eso le tenía tanto cariño al pequeñín.
Estuve un buen rato mirándolas, luego me puse a leer, aun con la ventana entreabierta. Empezaron a hacer un ruido, yo me pensaba que era que se habían puesto los tacones, me asomé a mirarlas, y vi que ellas estaban la morena tumbada leyendo o mirando una revista, y la otra colgando una toalla a la sombrilla, quería hacer una cabaña, como yo hacía con Sofi. El ruido eran dos niños, en otro jardín, que estaban patinando, esos dos me recordaron a Tamara y yo, otra vecina mía, que siempre íbamos a patinar, hasta que un día se cayó, casi se cargo no se qué de un coche, y prometió que nunca más patinaría, y desde entonces no ha vuelto a patinar.
Al ver a los niños y las niñas jugando recordé que aun era una niña, no como ellos, pero aun era una niña. Debía aprovechar mi vida pasándolo bien con las amigas y sin pasarlo mal por los chicos.
Esa era la otra opción por la que decidí dejar de lado a los chicos un tiempo.

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